sábado, 22 de enero de 2011

Antes... Mucho antes del Sueño Latino


Primera parte

El hallazgo de nuestro Santo Grial



Por Sanchez Thompson


 El orden cronológico de los hechos me resultan borroso a está altura del juego, y por momento siento que todo esto salió de algún guión de cine barato, éramos tan inocentemente ignorantes. No estábamos preparados para un viaje de esa magnitud.
            Hace aproximadamente seis o siete años, Matías, un amigo de la adolescencia, había llegado a mi casa en bicicleta, eran alrededor de las 2 de la tarde.
             Bajó de la bici, se acomodó en un sillón y me pidió un vaso de agua. Me encojo de hombros y entro en la casa a buscar el vaso. (A todo esto, Matías ni siquiera me saludo cuando llegó).
            Se tomó el vaso de agua y quedó en silencio por unos segundos. Después le traigo otro vaso y  le pregunto:
- ¿Qué carajo te pasa,  discutiste otra vez con tu novia?
- No, estoy re loco- me contesta.
      Seguramente, había estado fumando alguna que otra “tuca” con los degenerados y adictos que por aquellos años se hacían llamar compañeros de secundaria, me imagino que algunos de mi ex compañeros, probablemente estarán presos, cumpliendo alguna condena por robo a mano armada, sé de otros que formaron familias y engordaron y quedaron pelados, otra parte de ellos tuvieron un destino más cruel y triste, se hicieron policías. En fin,  pensaba que Matías estaba exagerando el viaje,  pero la realidad era mucho más verde y dulce.
      En ese momento se paró del sillón y extendió los brazos hacía los costados y gritó: “¡Boludo!.. Encontré un ladrillo de marihuana así de grande”.  Por aquellos días teníamos alrededor de 15 ó 16 años, las drogas eran escasas y fugases. Hasta ese día.
-         Bueno, vamos a fumar ¿Dónde está todo ese faso?- le digo
-         No, no lo traje, tenía miedo de que alguien me siga. Lo dejé escondido atrás de la cancha de fútbol de mi barrio- me contestó
-         ¿Quién te va a seguir?- digo, entre risas
-         No se, pero nadie se olvida de tanta marihuana, así nada más- explico.
Entro a mi casa, saco mi bicicleta y digo: “Vamos a buscarlo y nos fumamos uno”.
- Dale, vamos, lleva papelillo- me dijo.
- No, no tengo- le conteste.
- Bueno vamos a tener que pelar el papel de los cigarrillos- me explicó (Es el papel metalizado que viene dentro de los paquetes de cigarrillo).
      En esa época, el mercado de las drogas y demás elementos que se utilizan para su consumo, así sea, seda, picador, jeringas, pastillas, marihuana, cocaína, tuqueros, LSD. Todo eso era un mundo bastante desconocido para nosotros. Creo que nadie se animo a admitirlo, pero teníamos la sensación de que si íbamos a comprar seda, terminaríamos en la cárcel, por comportamiento delictivo o alguna otra causa parecida.  Es por eso que le dedicábamos horas y horas a sacar todo el papel metalizado a las envolturas de cigarrillos.  Es más, tengo un amigo, que por aquellos días, se pasaba 4 ó 5 horas por día pelando estos papeles. Todavía me acuerdo de una tarde, cuando fui a visitarlo. Llego a la casa y le pregunto a la mamá si estaba su hijo.
- Sí. Pasa, Silvio está en su pieza- me contesto
      Cuando entro a la habitación, veo a mi amigo, tirado en la cama con alrededor de 100 ó 200 de estos papeles, todos pelados. No podía creer la imagen que estaba viviendo, el maldito condenado se había pasado la mitad de la tarde drogado y pelando envolturas de cigarrillos.
-         Estas mal de la cabeza- le digo mientras alzo del suelo un puñado de sedas.
-         Bueno hay que estar preparado- me contesta.
-         Tranquilamente podrías vender seda a todos lo drogotas del colegio- le sugiero.
-         No, no soy tan bueno pelando estas sedas- me contestó, y en ese momento
saca de atrás de la cama una bolsa, que cumplía la función de un basurero, tenía otros 100 papeles rotos dentro de la bolsa.
      Me mostró la bolsa y me dijo: “Mira todos los que se rompieron y yo que pase todo el día buscando paquetes de cigarrillos vacíos por la calle. Estos papeles son una mierda, pero igual es divertido hacer esto”.
-         ¿ Cuántas horas hace que estas haciendo esto- le pregunto
-         No se, desde que llegué del colegio- expresó.  Después de un rato saca otra de estas sedas del bolsillo y me dice: “Estas aburrido, toma este papel y pélalo”.
      Habíamos tardado alrededor de 15 minutos en llegar a la cancha de fútbol, en el camino fuimos haciendo todo tipo de chistes sobre el faso. Fueron 15 minutos de emoción, no me podía imaginar toda esa marihuana  ¿De dónde había salido? ¿Cómo había encontrado todo eso? ¿Nos íbamos a fumar todo esa hierba?
 Para llegar a la “canchita”,  había que desviarse unas dos cuadras de la casa de Matías, un extremo del arco daba a la calle y el otro daba a un terreno baldío. Dejamos las bicicletas a un costado de la cancha y nos metimos unos treinta metros adentro del terreno, después de un rato pude ver una mochila que tenía el escudo de Boca en la parte de atrás. Era una de esas mochilas que se usaban cruzadas por la espalda y en lugar de tener un cierre, tenía un grueso cordón negro. Estaba toda cubierta por hojas y ramas de árboles.
-         ¿Está todo ahí adentro?- pregunto
      Matías se arrodilla delante de la mochila, saca todas las ramas y las hojas y  desata el cordón. Adentro había una bolsa negra. Cuando abre la bolsa de plástico negra, dentro de mi cabeza sonó un platillo ¡Charannn! Era como la entrega de los Oscar de las drogas y nosotros habíamos ganado el oro.
      Dentro de la bolsa había 4 ó 5 kilos de marihuana, en su momento había sido un ladrillo, pero Matías lo había desarmado todo, para que no formara un bulto muy grande. Me arrodillo al lado de Matías y meto la mano, y saco un puñado de faso y sin quitar la vista de mi mano llena de faso, le digo a Matías: “¡Mira todo esto!..., y yo que todavía no aprendí a armar un buen porro”.
- Ni yo tampoco- me contestó.


CONTINUARA……………….