sábado, 5 de febrero de 2011

Hunter Thompson, por Sanchez Thompson



No pretendo y no quiero hacer una biografía, ni muchos menos una bibliografía del Doctor Gonzo, para esas ridiculeces existe Wikipedia. Pero en estos momentos Tengo una copia en mis manos de su carta suicida,  mientras veo una imagen de la mágnum con la cual decidió pasar al otro lado, a la otra vereda… A la vereda de la eternidad. Ese caño color metal, frió, exacto,  parcial, imponente, se poso sobre su cabeza y…, al carajo los come-mierdas... Era de esperarse que se dispare, porque es algo natural para él, Hunter en si mismo era un arma.  A seis años de su salida abrupta, trato de recordarlo como él quería con un vaso de Wisky en la mano y en la otra un cigarrillo, lo demás es efímero, hasta estas vulgares y espontáneas líneas, al estilo de Blake o Kerouac, no es que quiera hacer un plagió, es la única forma que sé hacerlo y la única forma que me gusta. 
            Es un maldito hecho comprobable históricamente, que el padre del periodismo Gonzo, fue la única persona que se disparo dos veces. Los condenados ratones de biblioteca, aseguran que el periodismo Gonzo trata de romper la línea entre la subjetividad y la objetividad, que pone al periodista en el centro de la noticia y no como un simple observador. Todo esto suena elegante, educativo y hasta parecería revolucionario en términos narrativos.
            Pero todas estas definiciones, lo único que logran es ensuciar el agua de un estanque, para que aparente ser profundo.  El Gonzo te exige estirar tu propia cordura hasta que quede completamente deformada, a causa de las drogas, la exageración, el desprecio a la sociedad, y que todo sea un gran chiste, inclusive tu propio trabajo.  Si algún fracasado, novato y soñador sueña con coquetear con este estilo de vida, hay que tener bien en claro que el Gonzo te exige que hagas las cosas más descabelladas, no por  crear un personaje, ni muchos menos por tener una actitud anarquista… Es por el simple hecho de que hay que hacerlo… Podes estar en velorio de tu propia madre y si tenes que tomar un pase de cocaína en el medio del velorio ¿Qué vas  a hacer? No hay otra salida, lo vas a hacer. Para después salir a buscarte una prostituta y cogertela en el baño del salón velatorio, mientras tus parientes lloran en el cuarto de al lado.

“Si quieres ser un famoso escritor estadounidense, realmente no pienses salir en tiras cómicas”, Hunter S. Thompson

            Cuenta la leyenda que el Gonzo nació en el Derby de Kentucky.  Todos esos burgueses borrachos le causaban mucho desprecio a Hunter y la única forma de aguantar esa insufrible tarea  era con una potente ayuda de drogas. “¡Gonzo! Me gusta suena a Zen”, mascullo Thompson después escribir la nota y de que algunos empezaban a nombrarlo como el nuevo Mark Twain.
            Sin embargo, profundizar en los delirios de Hunter, seria casi como un “cliché”, ya muchos hemos visto la película “Pánico y Locuras en las Vegas”, que es la adaptación cinematográfica, de una de sus mejores obras “Miedo y Asco en las Vegas”, además, rondan historias por todos los rincones literarios, acerca de su desquiciada forma de ver el mundo. Pero todo esto resulta trivial al momento de juzgar sus obras. Fue un visionario, vivió de la forma más cruel y apasionada la década del 60, el “Verano del Amor”.  Como el mismo lo describe en su libro: “fui victima de la explosión de las drogas”.  Tuvo la gran perspicacia, de ver el ocaso de los 60, cuando todavía visionarios como Jerry García o el poeta Allen Ginsberg, soñaban con la utopía de la mano del LSD, habían creado un mundo con fecha de vencimiento, estaban tan enrollados en su propio viaje, que no pudieron ver como las fuerzas conservadoras iban arrasando con sus sueños. Llegaron a imaginar una nueva forma de vida-religión donde la marihuana y el ácido sean sacramentos sagrados. Mientras, García, Ginsberg y otros “beat” de la época, recorrían el país,  tratando de cumplir sus anhelos. Hunter ya empezó a ver el principio del fin. Una de las primeras señales que pudo distinguir, fue en la protesta anti-bélica que se hizo en Chicago en 1968. Al ver la terrible represión que desato con toda su furia el gobierno, sobre los jóvenes que protestaban,  se deprimió profundamente. Sandra Dawn Conklin, su primera mujer relató que después de la protesta, Hunter llegó a su casa y se puso a llorar como un niño que perdió su juguete preferido (y una de las pocas veces en su vida que derramo una lagrima). Según las palabras de Sandra, Hunter sin alzar la mirada, con su rostro cubierto de lagrimas, dijo: “estuve viviendo casi un año con los Ángeles del Infierno (Banda de forajidos motorista de la época. Escribió un libro sobre ellos) y jamás tuve que vivir tanta violencia, esté es el fin del Sueño Americano”.  Es una ley física y natural, mientras más luz irradia una estrella y a la vez su latido se hace más constante, es una clara señal que está a punto de hacer implosión y convertirse en un gran agujero negro, obsesionado con devorarse todo lo que hay a su alrededor, esa estrella de amor, drogas, paz y sueños, se estaba dirigiendo inevitablemente a ese camino.


“San Francisco a mitad de los años 60 fue una  época y un lugar muy especial para quienes lo vivieron. Quizás significase algo, quizás no, a la larga...; pero ninguna explicación, ninguna combinación de palabras o música o recuerdo puede rozar esa sensación de saber que tú estabas allí y vivo en aquel rincón del tiempo y del mundo. Significase lo significase (…)
            Había locura en todas direcciones,  a cualquier hora (…) En todas partes saltaban chispas. Había una fantástica sensación  universal de que hiciésemos lo que hiciésemos era correcto, de que estábamos ganando…
            Y esto creo yo fue el motivo...; aquella sensación de victoria inevitable sobre las fuerzas de lo Viejo y lo Malo. No en un sentido malvado o militar; no necesitábamos eso. Nuestra energía prevalecería sin más; íbamos en una cresta de una ola alta y maravillosa…
            Así que, en fin, menos de 5 años después, podías subir a un empinado cerro en Las Vegas y mirar al Oeste, y si tenías vista suficiente, podías ver casi la línea que señalaba el nivel de máximo alcance de las aguas...; aquel sitio donde el oleaje había roto al fin y había empezado a retroceder”  Hunter S. Thompson, Miedo y Asco en las Vegas 1971.

           

            La década dorada de los años 60 dejaron magníficos poetas, músicos, cineastas. Creyeron encontrar un camino y lo siguieron hasta que se toparon con un callejón sin salida y la vida les dio una golpiza, una sacudida de realidad. Hunter lo expresa muy bien “Su fracaso, fue también nuestro”.  Mientras transcribo las palabras del libro Miedo y Asco…, no puedo evitar sentir un terrible anhelo por algo que no conozco,  escalofríos, tristeza, admiración, pasan por mi mente  ¿Qué carajo haces cuándo ves tu mundo derrumbarse? ¿Cómo no creer que las cosas puedan cambiar? Si los 60 derramo a grandes escritores, que lucharon por algo que parecía fácil de hacer Kerouac, Ginsberg,  Kesey,  Burroughs, que pudieron captar toda esa energía y plasmarlo sobre el papel. Puede caber la posibilidad de que Tom Wolfe, sea uno de estos grandes escritores, pero yo no creo que él halla  entendido por completo lo que represento esa década para algunos, a pesar de tener una pluma perfectamente respetable e inquebrantable, en este campo lo considero como un mero espectador.
           

            “En el límite… El límite… no hay forma honrada de explicarlo porque las únicas personas que realmente saben de verdad dónde está, son los que han seguido hasta el final” Hunter S. Thompson, Los Ángeles del Infierno


            Mi botella de wisky está casi vacía, me quedan sólo 5 cigarrillos y salir a buscar estas cosas a las 12 de la noche, parece toda una expedición al Sahara. No tengo ganas, miro por la ventana mientras de fondo suena una canción muy familiar, la escucho una y otra vez  Hey! Mr. Tambourine Man, play a song for me I’m not sleepy and there is no place I’m going to Hey! Mr. Tambourine Man, play a song for me In the jingle jangle morning I’ll come followin’ you…….”  No es casualidad que la escuche tantas veces, es como si cada nota de la canción estuviera perfectamente coordinada con cada golpe de las teclas mientras escribo. Recordar… Pensar… Mientras sonaba esa majestuosa canción, Hunter explotaba en el aire, rodeado de colores rojos, verdes, violetas, amarillos. Un terrorífico sonido… Bomm en el cielo… un silencio en honor a su persona y el segundo disparo…, el definitivo.
            Con mi socio y amigo Barsut, tenemos una regla de oro tacita que es no nombrarlo en los textos, con sólo decir Gonzo alcanza (No es porque sea un estilo periodístico, pero si por un profundo respeto). Sin embargo, en una ocasión como está es indispensable decir su nombre, para que los lectores, si es que todavía existe alguno, puedan entender un poco de que estamos hablando, aunque no se diga mucho. No es que el Gonzo se termine en estas líneas, pero estoy tratando de buscar un final que se adecue a la altura de Hunter, no sé si es un homenaje que se parece a una patada en el orto, o una patada en el orto que pretende ser un homenaje. En estos momentos estoy  re-hojeando Mescalito, Días de Ron, Miedo y Asco en las Vegas, Los Ángeles del infierno, tratando de buscar algo de él, con que poder cerrar estás palabras, pero todo es digno de escribir.
            Al carajo todo, Hunter tenía su propia definición de verdad, justicia, honor. Se fue por la puerta de atrás, nunca pidió permiso. Así que es una perdida de tiempo buscar algo digno.  Aunque su carta suicida fue muy explicita, hay cosas que quedaron flotando en mi cabeza y seguramente en la suya también. Sólo una frase salta de un lado para otro en mi mente. Es el fragmento de un poema de Jim Morrison, que reza así: 


“Oh, Padre, perdóname. Porque sé exactamente lo que estoy haciendo”

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